Lugar de memorables gestas, inolvidables hazañas y la consecución de varios campeonatos por parte de Millonarios, el Nemesio Camacho El Campín es el sitio que actualmente alberga al conjunto embajador en los partidos que disputa en condición de local. Con una historia riquísima, repleta de anécdotas, alegrías y grandes equipos, el estadio de la 57 es, hoy por hoy, uno de los mayores patrimonios y símbolos de los bogotanos.
No pudo haber sido de otra manera. En 1938, con motivo de la conmemoración del cuarto centenario de la fundación de Bogotá, fue inaugurado el estadio Nemesio Camacho El Campín. La fecha designada para tal acontecimiento fue el 14 de Agosto, día en el cual se dio inicio a los Primeros Juegos Bolivarianos. Para ese momento, El Campín tenía una capacidad de 10.000 espectadores.
Ya desde 1934, en la mente del doctor Jorge Eliécer Gaitán, había surgido la idea de hacer un estadio de fútbol para los capitalinos. El Concejal Luis Camacho Matiz, hijo de un insigne bogotano llamado Nemesio Camacho, propuso al alcalde de la época, Gustavo Santos, usar los terrenos de la finca de su padre -llamada El Campín- para erigir el escenario deportivo.
Desde entonces, El Nemesio, como lo llaman afectuosamente los hinchas de Millos, se ha convertido en el hogar de memorables gestas, inolvidables hazañas y, por supuesto, la consecución de varios campeonatos por parte del equipo embajador.
Cada domingo, los numerosos aficionados de la divisa azul se dan cita en un escenario que se jacta de haber visto a algunos de los mejores jugadores y equipos de la historia del balompié. Sin embargo, no siempre fue así.
En 1948, año en que se realizó el primer campeonato de fútbol profesional en Colombia, el estadio de la Universidad Nacional, llamado Alfonso López, fue el encargado de darle la bienvenida a la senda triunfadora del conjunto capitalino y estuvo en auge durante los primeros años de la época del Dorado.
Aún así, al poco tiempo, con una primera ampliación de la capacidad a 20.000 espectadores y la construcción de las tribunas en concreto, El Campín logró el prestigio de albergar al que fue considerado en aquella época el mejor equipo del mundo, y pudo, por fin, cumplir la función para la cual había sido concebido. Desde entonces, ininterrumpidamente, hablar de El Nemesio Camacho es hablar de la casa azul.
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